viernes, 25 de abril de 2008

La función social de la Música


Creo profundamente que la música tiene una función social, y creo que esta función es ser vía de trascendencia para el individuo y para sus sociedades por lo tanto.


La música es la máxima posibilidad de trascender la razón, el concepto, la realidad, la Idea, y revela la profunda esencia de los fenómenos, de las cosas, de los individuos (que también son cosas). Trascendencia de la individualidad que conduce y converge en la multitud que es unidad: sociedad, totalidad, universo, cosmos (kosmos, orden).


Es cierto que la creación musical –y también la recreación- encuentra por una parte su razón de ser en el legado que significa para presente y futuras generaciones, pues es la música reflejo sonoro y artístico (metasonoro, meta-físico) de una realidad, una tradición –en tanto que historia, causa, pasado- y su (re)interpretación, y de una postura vital producto de la reflexión del ser y estar del individuo-músico-creador, en tanto que individuo que deviene y como miembro de una sociedad y en un tiempo determinado. Pero es la música también, una oportunidad de encuentro para la diversidad ontológica y por ello cultural, y de acceso al conocimiento que implica y genera la convivencia. En ella y por ella, sujetos convergen desde la individualidad de la vivencia estética, en la experiencia colectiva de la intersubjetividad, pues es en el conocimiento –en la experiencia- que del fenómeno comparten (en tanto que contemporáneos en la vivencia), que reconocen la realidad del uno y del otro, del uno en el otro, el conocimiento del aquí y del allí, del aquí que es allí y del allí que es aquí.


Es el futuro de la música -como lo es su presente- el futuro mismo del individuo y de sus sociedades. El sujeto que en términos musicales, artísticos y existenciales busca una razón de ser y que pretende definirse a sí mismo –por consecuencia de la muerte-, frente al constante autocuestionamiento a través de las y sus, obras: creación, recreación o escucha –todas ellas acción-, se reafirma en el simple y llano ser. Por ello, la inversión en la creación musical es generar posibilidad, posibilidad de tiempo. Tiempo en el que coinciden y ocurren simultáneamente presente y pasado –con ello futuro también y en consecuencia-, tiempo no sólo de cuando es y fue creada, sino también cuando es y sea recreada –es, ser y será del propio individuo y con ello de sus sociedades- la música, y que ofrece al espectador la posibilidad de ser y devenir en tanto que individuos y miembros de una sociedad –multiplicidad- en un tiempo y para un tiempo –uno sólo y verdadero: unitario y a la vez múltiple-, seres sociales parte de una realidad de profunda naturaleza supramaterial, que encuentra en el arte su única posibilidad de revelación, y en la música su más absoluta certeza.


Por lo tanto, es en la música, en la profunda verdad que la música revela, que encuentro la propia y única justificación de generar esa posibilidad, creando y sobre todo haciendo que la música –realidad metafísica- sea, suceda, a partir de su concreción sonora –realidad física-, condicio –y conditio- sine qua non de esta.


Que la música suene por siempre para que los individuos y sociedades sean.



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