lunes, 8 de octubre de 2007

¿Música y libertad?

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres."

El Quijote a Sancho. Miguel de Cervantes.


Con cariño y admiración para A. Luna


¿Existe en el acto musical libertad?


¿Es libre el recreador al recrear?


¿Dónde radica la libertad en la experiencia musical?


Y el público, ¿existe libertad en la vivencia del acto musical?



Recuerdo un maravilloso cuadro de Delacroix conservado en el museo de Louvre, La Liberté guidant le peuple, donde la libertad es representada por una hermosa y fuerte mujer semidesnuda que, llevando una bandera en lo alto, guía a través de los muertos y las ruinas a un grupo de revolucionarios de aparentemente diversas procedencias -a juzgar por su apariencia y entre los cuales el propio Delacroix se incluye como el burgués que fácilmente se identifica- en la revuelta de 1830 contra la monarquía Borbona en Francia. Y le recuerdo porque es una de las obras de arte que hacen de su materia principal la lucha por y la exaltación de la libertad. Pienso entonces que la libertad desde siempre ha sido y seguramente continuará siendo un tema recurrente en el arte, y me pregunto sobre la importancia y el papel que la libertad desempeña en el ejercicio de la actividad artística musical, en la creación, la recreación y por supuesto también en la exposición al acto artístico como oyente.


¿La libertad guía en la misma forma como muestra la imagen de Delacroix al músico a través del acto creativo o recreativo? ¿Existe esta sublimación de la libertad por parte del músico en el ejercicio de su actividad?


Por supuesto habría primero que definir lo que el término libertad significa. Una acepción bastante aceptada y generalizada es, que libertad significa el ejercicio responsable de la posibilidad de actuar de cualquier manera o de no actuar.


Dado lo cual, lo primero sería determinar si el músico en el ejercicio responsable y respetuoso, en el que el objetivo primordial es crear las condiciones para que la música se revele a través del fenómeno sonoro, es libre de obrar en cualquier sentido. En mi opinión, no. Y no, porque la recreación exige del intérprete una humilde y atenta actitud, que permita a la música expresarse sin imposiciones de ninguna índole, pues esta para poder ser, necesita de absoluta libertad para devenir. En una entrevista, el pianista Alfred Brendel1, uno de los más honestos y comprometidos artistas respondía a la pregunta de a qué tradición de interpretación pertenecía de la siguiente manera: si pertenezco a alguna tradición, pertenezco a la tradición en la que la obra maestra le dice al intérprete qué debe hacer, y no el intérprete le dice a la obra cómo debería ser o al compositor qué es lo que debía haber escrito. Según esta declaración existe la posibilidad de ejercer una voluntad personal y caprichosa en el ejercicio de la música, por lo tanto existe también la posibilidad de no actuar en este sentido. ¿Libertad?


Durante el pasado siglo el sistema de mercado se encargó -con el objetivo de ampliar un negocio- de popularizar el tópico de la interpretación como algo donde cabe todo rasgo que defina la propia personalidad del intérprete, de este modo quedó desvirtuado para la gran mayoría del público –músicos incluidos- el valor de la interpretación como la recreación de una obra, que por sus características inmanentes, y sólo por medio de ellas, puede devenir o no en música. Es decir que una obra artística lo es por naturaleza y no gracias a la participación de terceros en su representación o exposición. Esto implica el hecho de que no existe mejor o peor música, sino por contra, existe música y por lo tanto todo aquello que no lo es, es otra cosa. Así pues, la labor del intérprete debiera ser única y exclusivamente la de establecer las condiciones en las cuales, a través del fenómeno sonoro la música se revela, es decir, se vuelve acto vivido, desprendiéndose y rechazando toda actitud egoísta que someta a la interpretación a un capricho o a una idea preconcebida de lo que debe la obra ser, es por tanto tan sólo un vehículo de la verdad. Reivindico por ello la actividad del recreador como un acto también de descubrimiento, pues para él también se revela en el momento de la recreación la verdad absoluta que es la música, y la descubre así en su naturaleza única, irrepetible, insustituible y fugaz. Es desde luego más fácil imponer, que escuchar y reaccionar de forma orgánica a la realidad física y metafísica de la música ¿pero se es más libre por ello? ¿O es tan sólo una vía de acceso a una libertad fingida y limitada por los rasgos de nuestra propia personalidad?


¿Entonces dónde radica la libertad -si cabe- en la música?


La libertad en el acto musical es inherente a sí mismo, es decir que forma parte indisoluble de la naturaleza propia de la música, así como del arte. Pero es en la música donde al trascender las barreras de la mente -del lenguaje-, que esa libertad se convierte más allá de toda resistencia de la voluntad en un absoluto, algo más, además de realidad, verdad y certidumbre, que el lenguaje es imposible de transmitir porque sólo es posible vivirlo, cito a Cioran: "Es el único arte que confiere un sentido a la palabra absoluto. Es el absoluto vivido…" 2


¿Y la libertad del creador?


El creador encuentra la libertad cuando de forma natural y orgánica, sin imposiciones también, permite y plasma un impulso y su consecuencia sin intentar alterar su libre curso y devenir. Se vuelve una necesidad esta experiencia de ser vehículo para que la naturaleza se exponga a sí misma, se revele, a quien seducido por su encanto descubre una posibilidad, la posibilidad de la música, la posibilidad de la vida y de la libertad de la propia existencia; porque si existimos en presente, pasado y futuro –tempo musical-, es porque justamente hemos trascendido nuestra propia existencia y reconocemos un sólo universo del que formamos parte indisoluble.


El creador nos brinda la posibilidad de salvar el hiato entre nuestro interior y el exterior, entre la libertad del yo y la libertad del nosotros, ustedes y ellos, fronteras de la libertad. Y el realizar esta labor es además su forma personal de salvar esa distancia, ese en ocasiones abismo que existe entre su más profundo deseo y lo que es capaz de exteriorizar. Su búsqueda de la libertad es su libertad, es aquel que con la bandera en la mano –la música- nos hace creer en un porvenir al cual es válido y necesario entregar nuestra conciencia y nuestra voluntad, para defender a la vez la libertad que no gozamos pero que intuimos cuando escuchamos, y que cuando se materializa sólo puede ser experimentada; su perfume nos envuelve, su esencia nos posee y dejamos de ser para poder ser, cedemos nuestra libertad física para encontrar la libertad absoluta del ser y el estar, para ver el tiempo como sólo un ser omnipotente podría apreciarlo, el presente, el futuro y el pasado en un mismo y continuo momento, la unidad de los muchos, y en ello el creador cede su propia libertad para dar libertad a la música, al arte, a la experiencia y por tanto a la vida.


1. Alfred Brendel: Man and Mask. Documental de la BBC.

2. CONVERSACIONES con E. M. CIORAN. Serie Marginales 146, de Tusquets Editores, 1997, Barcelona.